Me pongo los zapatos y me llevas contigo

Cuando se lo presentaron ni se le pasó por la mente que en un futuro relacionaría el concepto de felicidad con sentir los latidos de su corazón tumbada en su pecho, cuando le conoció tampoco se imaginó que escuchar su voz todas las noches sería la medicina necesaria para aguantar el frío de noviembre. Ni mucho menos se le podría haber pasado por la mente que el estar a su lado traía consigo olvidarse de lo que había a su alrededor, del resto y solo pensar en sus ojos. No quiero que te vayas, pero si lo haces avísame, me pongo los zapatos y me llevas contigo. Y luego, si quieres bailamos.




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